Una de las incógnitas más grandes que ha avivado la filosofía es la noción del tiempo, quizá más aun que el mismo espacio, acaso porque el espacio es captado al menos por los sentidos; pero el tiempo, ¿Cómo notamos la existencia del tiempo? ¿Qué hace que los hombres planeen la vida en función de este?
Muchos filósofos han tratado dilucidar este enigma, desde los presocráticos hasta las corrientes existencialistas. Heráclito por ejemplo contradice los postulados de Parménides. Heráclito postulaba el devenir mientras Parmenides defendía la inmutabilidad del ser. Era un conflicto entre movimiento y estaticidad, entre método dialectico y método metafísico, la misma que ha dividido en dos bandos a los pensadores a lo largo de la historia de la filosofía.
Sin embargo fue Kant quizá el que abrió una probabilidad muy curiosa, tal vez el tiempo nace a partir del movimiento y no el movimiento del tiempo como normalmente se pensaba, este es uno de los nudos gordianos de la historia del pensamiento que hasta el momento no hay repuesta alguna, el debate volvió abrirse con Heidegger, (pero esa es una discusión aparte)
Partamos de Kant analizando la concepción de movimiento como categoría universal de la razón pura. Si el tiempo se originara a partir del movimiento, estaríamos empujados a pensar que el tiempo está atado al espacio y por tanto a las leyes de los cuerpos o de la materia. Aunque esto parezca desproporcionado, nunca en la historia de la filosofía se ha descartado sino que se mantuvo vigente hasta bien avanzado los siglos. Ahora, suponiendo que el tiempo está sujeto a leyes físicas y por ende cognoscible entonces asumiríamos que el tiempo es elíptico o circular. En este argumento Nietzsche parece recuperar vigencia con el eterno retorno. Pero si fuera lo contrario, si es el movimiento quien deviene del tiempo ¿Hablaríamos del tiempo en términos circulares y repetitivos?
En términos de ensayo del pensamiento discerniremos un poco más. Si el movimiento se despliega a partir del tiempo asumiríamos que el tiempo es una realidad propia, una posibilidad de ser por sí misma. Luego inferiríamos que no obedece a leyes ajenas a este, sino que influiría en el espacio obedeciendo su propia constitución, digamos en término dialéctico. Contradictoriamente a lo propuesto por Kant, esta segunda opción a nuestro parecer es la más lógica o aceptable, hablamos de que el tiempo no sería circular como la rotación de los planetas alrededor del sol o la vía Láctea en torno a algún punto del universo por ejemplo, sino de una especie de linealidad del devenir; entonces sin pretenderlo estaríamos dándole la razón al existencialismo. Aquí ya no hablamos del tiempo en término circular y repetitivo sino más bien lineal, curvo o más exactamente espiralado. Creemos que gnoseológicamente, el tiempo no debería confundirse con el espacio, el espacio y el tiempo se desarrollan a la par en una especie de necesidad reciproca, tenemos la noción de espacio por el tiempo y la noción de tiempo por medio del espacio, ambos constructos deberían ser comprendidos por el hombre en esos términos.
Espacio y tiempo marchan de modo paralelo, no importa aquí el objetivo, lo útil seria en todo caso medir la tendencia. El hombre en sociedad es la medida del tiempo en el espacio, en él y solo en él todo adquiere sentido, prueba de ello es el instante. El hombre no puede contener el tiempo, no puede cambiar su historia pero puede repensar su accionar en el, si reconoce primero el espacio donde actúa, esto es asumir la existencia.
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